Siempre recordaré la expresión de intenso placer con que la persona sentada frente a mi en una biblioteca pública disfrutaba de un libro. Yo, entre tanto, estudiaba para un examen y claro, no pude resistir la tentación de mirar la portada de la novela cuando ella salió.
Así descubrí a un gran maestro del terror: Lovecraft. Aquella chica me introdujo a un autor que me gusta mucho.
Así descubrí a un gran maestro del terror: Lovecraft. Aquella chica me introdujo a un autor que me gusta mucho.
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